Eskola Txikiak – Enviado por Valentín

Las Eskola Txikiak atienden las necesidades educativas de mil alumnos guipuzcoanos

LOS RESPONSABLES DE LOS CENTROS CREEN QUE LA ENSEÑANZA EN ELLOS ES MÁS PERSONALIZADA

Solicitan que el modelo pedagógico que se practica en estas escuelas se tenga en cuenta en las carreras de Magisterio.

 

DONOSTIA. Jueves por la mañana en Berrobi. En este pequeño municipio de Tolosaldea, donde viven alrededor de 600 personas, la tranquilidad es absoluta. Sólo se escucha la cercana algarabía de unos niños. Proviene de la escuela San Andrés de la localidad, en cuyo patio una veintena de jovencillos se arremolinan detrás de un balón de fútbol. Es la hora del descanso. Dentro, en el centro, murales y dibujos pintados por los propios niños se entremezclan con percheros llenos de ropa infantil.

Esta estampa no dista mucho de lo que uno puede encontrarse hoy día en la mayoría de escuelas de la red educativa vasca. La mayor diferencia, sin embargo, es que el centro de Berrobi es uno de los 28 que forman la agrupación Eskola Txikiak Gipuzkoa, una red que acoge a un millar de niños de entre dos y 12 años en el territorio -en Bizkaia existen más de 20 y en Álava no llegan a diez-. San Andrés cuenta en la actualidad con 47 alumnos, en Educación Infantil y Primaria.

«A los padres les decimos que sus hijos son unos privilegiados. Desde el punto de vista de la pedagogía, nuestras escuelas tienen mucha flexibilidad, porque los grupos son pequeños y hay pocos docentes, lo que nos permite una coordinación mejor. Eso ofrece muchas oportunidades y nos permite construir una escuela abierta y progresista», afirma Mertxe Amondarain, una de los ocho profesoras que trabajan en el centro berrobiarra, un moderno y amplio edificio inaugurado hace un año.

Según explican los responsables de estas escuelas públicas, lo reducido del número de alumnos implica un modelo diferenciado, en el que la atención al estudiante es más personalizada. Las Eskola Txikiak, situadas en municipios con menos de 1.000 habitantes y en su mayoría en zonas rurales, suelen contar como máximo con seis unidades -o clases-. Las más pequeñas pueden tener una decena de alumnos, como es el caso de las de Aginaga, Angiozar, Zerain y Zubieta, y las grandes pueden llegar a 90, tal y como ocurre en Aia y Berastegi. La mayoría de ellas, como la escuela San Andrés, se sitúan en las cuatro o cinco unidades y tienen cerca de 50 alumnos.

Esa cifra pequeña de estudiantes hace que en cada aula existan niños de distintas edades, lo que en un primer momento puede crear reticencias en algunos padres que piensan que esa mezcolanza puede afectar a la calidad de la enseñanza. «Los estudios nos dicen que la forma más natural y adecuada para aprender es esa diversidad. El hecho de que estés entre mayores te ayuda a espabilar», explica Arantxa Oliden, coordinadora de la red de Eskola Txikiak de Gipuzkoa.

Agurne Renobales, directora del centro de Berrobi, explica cómo se organizan para responder ante esta mezcla de edades. «Al inicio de curso, partes de donde está cada alumno y planeas hasta dónde puedes llevarlo. Además, solemos trabajar mucho por proyectos», indica.

En la clase de Mertxe Amondarain, por ejemplo, conviven los mayores del centro, que están en cuarto, quinto y sexto de Primaria. «Esta semana estamos haciendo un trabajo sobre el arte todos juntos. A los de sexto les he pedido que hagan la biografía de Oteiza y Chillida y han trabajado entre tochos . Los de quinto, en cambio, elaboran biografías más sencillas y, los de cuarto enviarán unas preguntas a un artista para hacer este proyecto. A los mayores no les pasaré ni una h mal escrita, mientras que con los más peques no seré tan exigente en ese aspecto, por ejemplo», explica.

LOGRAR PRESTIGIO Arantxa Oliden indica que, a pesar de que «en algunos sitios» todavía tienen que reivindicar que sus niños se forman «tan bien como en el resto de centros», las escuelas txikis han conseguido cierto «prestigio». Sin embargo, todavía queda trabajo por hacer, sobre todo en lo referente a la preparación de los docentes.

«Ése es nuestro principal desafío. Es una de las carencias de las facultades de Magisterio. Al Departamento de Educación, así como a la Universidad, le pedimos que el modelo de las escuelas pequeñas sea tenido en cuenta», manifiesta Oliden. Esta solicitud pasa por que en las carreras se dé a conocer la forma de trabajar de estas escuelas y los estudiantes puedan realizar prácticas en estos centros. «Además, nuestros profesionales también tienen que tener planes de formación», añaden.

El trabajo para los profesores, al tratarse de un lugar más pequeño, exige una mayor implicación. Agurne Renobales indica que existe «mucho trabajo», aunque la flexibilidad también es mayor. «Siempre estamos para echarle una mano a cualquier compañera», afirma. «Es muy interesante, pero también exige asumir más responsabilidad», agrega.

Además, según explica Renobales, las escuelas txikis han ido sumando servicios de distinto tipo. Aulas de gimnasia, de psicomotricidad, de música, transporte o un comedor. Todo esto, sin tener en cuenta las actividades extraescolares, de las que se encargan los padres.

El tamaño de los centros y su entorno también hacen que, según las responsables de este centro, la atención a la diversidad, la convivencia y el aprendizaje del euskera sea «más factible». «La única limitación puede ser que el ámbito de relaciones del alumno se quedan en el pueblo. Si te llevas bien con tus compañeros, muy bien, pero si no congenias con ellos, ahí pueden surgir problemas», matiza Amondarain. Por esa razón, las escuelas txikis se coordinan entre ellas para realizar excursiones y distintas actividades de forma conjunta.

Cuando los peques lleguen a los 12 años, comenzarán a cursar Secundaria en un centro más grande. En el caso de Berrobi, la mayoría seguirá con sus estudios en alguna escuela de Tolosa. «Es un momento muy interesante para el niño. Aunque, al principio, tanto a ellos como a los padres les dé cierta pereza, luego se les abre un nuevo mundo», indica Renobales. «En ese sentido, la eskola txiki hace que tengas las bases de tu vida bien asentadas para afrontar ese nuevo mundo que te espera», afirma Arantxa Oliden.

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